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El Fruto del Espíritu—Parte 3: Fe, Mansedumbre, Templanza

El Fruto del Espíritu—Parte 3: Fe, Mansedumbre, Templanza

— Para leer la segunda parte de este artículo, haga clic en Parte 2.

Jesús usó objetos simples para enseñar lecciones. Habló de semillas, sal, cizaña, ovejas e incluso frutos. Una vez mientras viajaba a Jerusalén, vio una higuera. ¡Él tenía hambre y quería comer higos! Sin embargo, no encontró fruto, así que dijo en cuanto a la higuera: “Nunca jamás coma nadie fruto de ti” (Marcos 11:14). El día siguiente los apóstoles notaron que la higuera había muerto como Jesús dijo que sucedería (Marcos 11:20-21).

Así como Jesús, el apóstol Pablo usó frutos para ayudarnos a entender la manera de agradar a Dios. En Gálatas 5:22-23, listó nueve “frutos” del Espíritu. ¡No se puede encontrar estos “frutos” en el mercado! El fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y templanza. Los árboles fuertes y saludables producen fruto delicioso que podemos disfrutar. De manera similar, somos fuertes cuando amamos y obedecemos a Dios, haciendo lo que es recto y bueno. Dios nos ama. Nos da gozo y paz. Dios es paciente y siempre bueno. En esta lección, aprenderemos que Dios es fiel, manso y templado.

Fe

Fe, o en este caso “fidelidad”, significa ser completamente leal a algo. Incluso de niño, Jesús fue fiel a Dios, haciendo siempre lo que Su Padre quería que hiciera (Lucas 2:49). Jesús siempre hacía lo que agradaba a Dios (Juan 8:29). ¿Recuerdas Su oración en el Huerto de Getsemaní la noche antes de Su muerte? Jesús dijo: “no se haga mi voluntad, sino la tuya” (Lucas 22:42). Nosotros podemos ser fieles como Jesús cuando amamos a Dios y Su Palabra y nos esforzamos por obedecerle.

Mansedumbre

¿Alguna vez has cargado a un cachorro o tocado el rostro de un bebé? Si lo has hecho, tus padres te habrán recordado ser dócil (o manso). ¿Alguna vez tu mamá te ha limpiado una herida, o tu papá ha quitado una astilla de tu dedo? Muy probablemente fueron dóciles contigo. Ellos son más grandes y fuertes, pero ayudan de una manera dócil y mansa. Jesús fue manso. Él cargó dócilmente a los niños y los bendijo (Marcos 10:16). Imagina a Jesús, sonriendo y tocando dócil y cuidadosamente los ojos de un hombre ciego antes que lo sanara (Juan 9:6-7). Somos mansos como Jesús cuando ayudamos a nuestros hermanos a hacer una tarea del hogar, consolamos a alguien que está enfermo o triste, o escuchamos atentamente y respondemos de manera calmada y amable.

Templanza

La última virtud del Espíritu es la templanza o dominio propio. Cuando Judas trajo a hombres para arrestar a Jesús, nuestro Señor no Se tornó violento. Él incluso sanó a uno de esos hombres después de que Pedro le cortara una oreja (Juan 18:3-11; cf. Lucas 22:50-51). ¿Cómo reaccionó Jesús cuando la gente se burló de Él, Le golpeó y Le escupió? Jesús no dijo nada en absoluto (Mateo 27:14). La templanza significa hacer lo que necesito hacer en vez de lo que quiero hacer. Puede significar poner a otros primero y a mí último. La templanza puede significar no comer esas galletas que lucen muy deliciosas, ir a la cama temprano el sábado antes de la adoración al siguiente día, dejar una conversación antes de decir algo incorrecto; la lista es grande.

Cuando obedecemos a Jesús, actuamos como Él actuó y hablamos como Él habló. “Producimos fruto” que otros pueden ver y de lo cual pueden aprender. Mostramos a nuestros amigos, e incluso a extraños, amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y templanza. Siempre recuerda que “Aun el muchacho es conocido por sus hechos, si su conducta fuere limpia y recta” (Proverbios 20:11).

Una Amistad Muy Especial

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Una Mudanza de Fe

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