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Lección 35: El Fariseo y el Publicano

Lección 35: El Fariseo y el Publicano

Referencia Bíblica: Lucas 18:9-14
Versículo de Memoria: “Cualquiera que se enaltece, será humillado; y el que se humilla será enaltecido” (Lucas 18:14).

Se cuenta que uno de los más grandes boxeadores del mundo estaba sentado en un avión. La aeromoza se acercó y le pidió que se abrochara su cinturón de seguridad. El boxeador, quien era conocido por su gran ego, respondió: “Superman no necesita cinturón de seguridad”. La aeromoza respondió: “¡Superman tampoco necesita un avión!”. El boxeador entonces tuvo que abrocharse el cinturón.

¿No crees que este boxeador sufría de algo de orgullo? ¿Pero qué acerca de nosotros? Tal vez ni tú ni yo pensamos que somos “Superman”, pero de vez en cuando podemos pensar que somos “mejores” que otros. Con el fin de ayudar a algunos a vencer el orgullo personal y depender en Dios, Jesús contó una parábola sobre dos hombres que fueron al templo a orar (Lucas 18:9-14).

El primer hombre era un fariseo, un líder religioso judío. Se pensaría que él sabría lo que Dios enseña en cuanto al orgullo, pero no fue así. Jesús dijo que el fariseo comenzó a orar para informar a Dios que él era justo—no como los otros hombres, ladrones, injustos e inmorales.

El segundo hombre era un publicano, un cobrador de impuestos. Este hombre estaba tan avergonzado de sus pecados que ni siquiera quería alzar sus ojos al cielo, sino se golpeaba el pecho, rogando por la misericordia de Dios.

Jesús dijo que el publicano recibió perdón, pero no el fariseo. ¿Por qué? Primeramente, el fariseo oró “consigo mismo” (versículo 11). Dios no escucha las oraciones de aquellos que se enaltecen en Su presencia (versículo 14). Segundo, el fariseo no reconoció que era pecador, y por ende no buscó el perdón. Por otra parte, el publicano sabía que era pecador, estaba profundamente dolido por su pecado, y sabía que solamente Dios podía perdonarle.

¿Qué podemos aprender de esta historia? Primero, la justicia de ningún hombre es suficiente ante Dios; nadie es lo suficientemente justo o bueno como para merecer el perdón (Efesios 2:8-9). Segundo, la gente puede pecar de diferentes maneras, y aunque nosotros podemos considerar a algunos pecados como más graves que otros, cualquier pecado no perdonado guía a la perdición (Santiago 4:17). Tercero, el orgullo es muy peligroso, ya que nos impide agradar a Dios y ver nuestros propios errores (Proverbios 21:4; Santiago 4:6). Cuarto, no importa cuántas obras buenas hagamos si no las hacemos con la actitud correcta (Colosenses 3:23). Y quinto, debemos confesar y reconocer nuestros pecados ante Dios para recibir Su perdón (1 Juan 1:9).

Cuando hagas buenas obras, no seas como los fariseos a quienes les gustaba anunciarlas delante de los hombres y Dios (Mateo 6:1-6; Lucas 18:12). En cambio, da gracias a Dios por las oportunidades que tienes para hacer lo bueno, y reconoce humildemente tus fallas delante de Él.

Preguntas

  1. El fariseo contrastó su “justicia” con el pecado de otros, incluyendo al publicano (Lucas 18:11-12). ¿Es esto bueno? ¿Por qué?
  2. ¿Por qué crees que es tan fácil para la gente caer en el orgullo?
  3. ¿Qué puedes hacer para evitar el orgullo? Lee Romanos 12:10 y 1 Corintios 10:12 para ayudarte con tu respuesta.
  4. ¿Crees que tenemos derecho de presumir delante de Dios? ¿Por qué?
  5. ¿Cómo crees que Dios Se sintió en cuanto al fariseo, y cómo crees que Se sintió en cuanto al publicano?
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