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Mi Pequeñita Luz

Mi Pequeñita Luz

De niños, frecuentemente cantamos “Mi Pequeñita Luz”. Pero ¿has pensado en el significado de las palabras de este canto?

“Mi pequeñita luz, la dejaré brillar”.

Primeramente, ¿cuál es nuestra luz? Algunas veces nuestros maestros de escuela dominical usan una lámpara o linterna cuando enseñan este canto, pero este canto no está hablando de esa clase de luz. En cambio, esta luz es Dios en nosotros. ¿Cómo podemos hacer brillar nuestras luces? Al mostrar que tenemos a Dios en nosotros por medio de la manera en que actuamos, hablamos y vestimos.

Por ejemplo, podemos sonreír, abrir la puerta a otros, decir “por favor” y “gracias”, y no decir malas palabras. Salmos 19:14 dice: “Sean gratos los dichos de mi boca y la meditación de mi corazón delante de ti, oh Jehová, roca mía, y redentor mío”. Primera a Timoteo 4:12 dice: “Ninguno tenga en poco tu juventud, sino sé ejemplo de los creyentes en palabra, conducta, amor, espíritu, fe y pureza”.

Tal vez estés pensando en cómo hacer brillar tu luz en la manera de vestir. Si vestimos como el mundo lo hace, con ropas que tienen imágenes y palabras inapropiadas, vestimenta escaza que muestran partes de nuestro cuerpo que no deberíamos mostrar (minifaldas, blusas escotadas o ropa apretada), demostramos que no somos diferentes al mundo. Pero si no vestimos como el mundo, damos un ejemplo diferente. Primera a los Corintios 6:19-20 dice: “¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros? Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios”. Mateo 5:16 dice: “Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos”.

“¿Esconderé su brillo? ¡No! La dejaré brillar”.

Escondemos nuestra luz cuando no permitimos que los demás vean a Dios a través de nosotros. Esto puede suceder cuando tratamos de calzar en el molde del mundo o sucumbimos a la presión social.

La presión social no solamente afecta a los niños en la escuela, sino también a la gente adulta. En Marcos 14:66-72, Pedro, uno de los apóstoles de Jesús, negó a Cristo no solo una vez, sino tres veces, cuando se le preguntó si era uno de Sus discípulos. La Biblia dice que Pedro lloró amargamente cuando pensó en lo que había hecho. Nosotros debemos hacer brillar nuestra luz siempre para que no nos lamentemos como Pedro lo hizo.

También podemos esconder nuestra luz al ignorar las oportunidades para hacer lo bueno. Hay una historia en la Biblia que es un ejemplo perfecto de este punto; la encontramos en Lucas 10:25-37. Tú puedes haber escuchado que se hace referencia a esta historia como la Parábola del Buen Samaritano. Esta nos cuenta de un hombre herido en el camino. Hubo un sacerdote que pasó cerca del hombre y no lo ayudó. Otro hombre, un levita, también pasó y no ayudó al hombre herido. Luego, un hombre descrito como samaritano, vio al hombre y lo ayudó. El samaritano vendó sus heridas, lo puso sobre su animal, lo llevó a un alojamiento y se aseguró de que recibiera el cuidado que necesitaba.

El samaritano hizo brillar su luz al tener compasión del hombre herido y cuidar de él. Nosotros debemos hacer lo mismo. Mateo 5:15 dice: “Ni se enciende una luz y se pone debajo de un almud, sino sobre el candelero, y alumbra a todos los que están en casa”.

“No apagará la luz el mal; la dejaré brillar”.

Si seguimos el camino del mundo y no el de Dios, permitiremos que Satanás apague nuestra luz. Aquí hay tres formas en que podemos prevenir que esto suceda. (1) Asistiendo a los servicios. Hebreos 10:25 dice: “no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca”. (2) Orando. Primera a los Tesalonicenses 5:17 dice: “Orad sin cesar”. (3) Leyendo la Biblia y haciendo diariamente lo que dice. Colosenses 3:16 dice: “La palabra de Cristo more en abundancia en vosotros…”.

“En todas partes que yo voy, la dejaré brillar”.

Hemos hablado de hacer brillar nuestra luz, no esconderla y no permitir que Satanás la apague. Ahora hablemos de la manera de hacer brillar nuestra luz dondequiera que vayamos. Podemos invitar a otros a la iglesia y visitar a las personas enfermas o que están limitadas a sus casas. Cuando visitamos a tales personas, podemos mostrarles que nos importan (incluso si no las conocemos bien) al hablar con ellas, darles una tarjeta de ánimo o algo que hayamos horneado.

Además, al hacer brillar nuestra luz, debemos asegurarnos de que todos la vean, no solamente nuestra familia, amigos y los de la iglesia. Cuando veas que alguien visita la iglesia o es nuevo en tu colegio, sé amigable e invítalo a sentarse contigo. Incluso si no te conoce, podrá reconocer la luz de Dios en ti. Otra vez, en Lucas 10:25-37, el buen samaritano ayudó al hombre herido incluso cuando no lo conocía.

Así que, sin importar dónde estés, asegúrate de que otros siempre puedan ver el brillo de tu luz.

Mi pequeñita luz, la dejaré brillar;

mi pequeñita luz, la dejaré brillar;

mi pequeñita luz, la dejaré brillar;

brillará, brillará, brillará.

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