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Una Mudanza de Fe

Una Mudanza de Fe

Cuando tenía 12 años, mis padres decidieron que nuestra familia se mudaría de la capital del Perú a una ciudad en la selva amazónica. Mi padre había perdido su trabajo, y su salud no era buena. Él pensó que llevarnos a tal ciudad sería la mejor opción para nosotros ya que mi madre tenía muchos familiares en ese lugar.

Acostumbrarnos a ese nuevo lugar no fue fácil. El clima era diferente; ¡muy caluroso! La comida era diferente. ¡Allí aprendí a comer carne de lagarto, pirañas, monos y otros animales que nunca había visto, y a tomar sopa de tortuga! Allí aprendí a usar plantas medicinales, y sembrar y cosechar una variedad de otras plantas. Allí aprendí a “tomar una ducha” en la lluvia y “acostumbrarme” (aunque nunca logré hacerlo) al retumbar de los truenos. Allí aprendí el acento de la gente, su cultura y sus costumbres. Allí llegué a conocer a muchos familiares que nunca había conocido antes.

Aunque en los cuatro años que vivimos allí, aprendí muchas cosas por las cuales estoy agradecida, realmente nuestra vida fue más difícil en aquel lugar de lo que había sido en la capital. De hecho, puedo decir que esos fueron los cuatro años más largos de mi vida.

Las mudanzas pueden ser difíciles para la familia. Tal vez tu familia ha tenido que mudarse a otra ciudad porque tu padre encontró un mejor trabajo o por alguna otra razón. Dejar a la gente conocida y hacer nuevos amigos en otra ciudad puede ser un reto grande. Cambiar de colegio o congregación también puede ser difícil.

Hace algo de 4,000 años atrás, Dios pidió que un hombre muy bien establecido en su ciudad se mudara a un lugar que no conocía. Dios dijo a Abram: “Vete de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré. Y haré de ti una nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición. Bendeciré a los que te bendijeren, y a los que te maldijeren maldeciré; y serán benditas en ti todas las familias de la tierra” (Génesis 12:1-3).

Abram estaba casado con Sarai. Ellos no tenían hijos, y toda su familia vivía en Ur, una ciudad próspera pero muy idólatra. Además, Abram era un hombre muy rico (Génesis 13:2). Él tenía grandes posesiones y una vida cómoda en Ur. No había razón para que él quisiera salir del lugar en que vivía.

Sin embargo, cuando Dios le mandó dejar su tierra y mudarse a un lugar que no conocía para vivir como extranjero y en tiendas de campaña, Abram “hizo sus maletas” y salió con su esposa sin dudar. Dios prometió que le daría un hijo, que de tal hijo saldría una nación grande, y que finalmente de tal nación vendría la Esperanza al mundo que bendeciría a todas las naciones: Jesucristo.

Aunque Abram obedeció a Dios y fue fiel a Sus mandamientos y, por ende, fue llamado “amigo de Dios” (Santiago 2:23), no fue un hombre perfecto. En una ocasión, en vez de esperar la promesa de Dios de un hijo, oyó la voz de su esposa para concebir un hijo con su criada y así tener descendencia. [En el Antiguo Testamento, se permitió la poligamia (tener más de una mujer), pero esto nunca fue el plan original de Dios para el matrimonio (Génesis 2:24)]. Tal vez Abram y Sarai pensaron que Dios necesitaba algo de ayuda para cumplir lo que les había prometido, pero esta decisión apresurada causó problemas a esta pareja.

Cuando llegó el tiempo señalado por Dios, Él bendijo a Abram y Sarai con un hijo: Isaac. Aunque ambos eran de edad avanzada, Dios pudo darles un hijo ya que para Él no hay nada imposible y Él siempre cumple Sus promesas.

Aquí hay algunos puntos importantes que no debemos olvidar de la mudanza de fe de Abram:

  1. Debemos obedecer a Dios inmediatamente y sin peros, como Abram lo hizo. Esto incluye la obediencia a Su Palabra y a tus padres (Efesios 6:1).

  2. A través del tiempo, Dios ha escogido a gente imperfecta pero fiel (como Abram lo fue) para realizar Sus planes. Dios puede hacer grandes cosas contigo (1 Corintios 15:10).

  3. Dios no necesita nuestra ayuda para cumplir Sus propósitos, sino requiere nuestra obediencia y paciencia (Apocalipsis 2:10).

  4. La falta de fe trae consecuencias negativas. Obedecer a Dios y confiar en Él siempre es el camino correcto que tomar (cf. Daniel 6:23).

  5. Dios cumple Sus promesas en Su propio tiempo, no en el nuestro. El tiempo no causa que Él olvide Sus promesas; Sus promesas no expiran con el tiempo (2 Pedro 3:8).

  6. Nada es imposible para nuestro Dios. Desde luego, esto no quiere decir que Dios hará cualquier cosa que deseemos. Hoy Él obra por medio de Su Palabra y providencia en vez de por medio de los milagros (1 Corintios 13:8-10).

Como Abram, ten valor, firmeza y fe para hacer la voluntad de Dios. Aunque puedas cometer errores, esto no quiere decir que Dios no pueda utilizarte y bendecirte. Él quiere bendecirte, y lo hará si confías en Él y Lo sigues cada día.

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