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Lección 19: Jesús, el Gran Médico

Lección 19: Jesús, el Gran Médico

Referencia Bíblica: Mateo 8:1-17; 15:29-31
Versículo de Memoria: “Él mismo tomó nuestras enfermedades, y llevó nuestras dolencias” (Mateo 8:17).

¿Qué te gustaría ser cuando seas mayor? ¿Un maestro, ingeniero o abogado? ¿Qué tal un médico? La medicina es una profesión muy honrada, y los médicos generalmente tienen un buen salario. Además, ¡ellos tienen la bendición de poder ayudar a mucha gente a sentirse mejor! Pero la medicina no es una carrera fácil; ¡se debe estudiar mucho!

¿Sabías que Jesús, el Hijo de Dios, fue un médico? En realidad, se Le conoce como el Gran Médico—¡el mejor médico de la historia humana! De manera interesante, Jesús nunca estudió medicina, pero “sanaba a los que necesitaban ser curados” (Lucas 9:11). Y a diferencia de cualquier otro médico, Jesús nunca tuvo que remitir a algún “paciente” a otro médico, y nunca descubrió que una enfermedad era demasiado difícil de curar. De hecho, sanó “toda enfermedad y toda dolencia” (Mateo 4:23).

En Mateo 8:1-4, Jesús sanó a un leproso. La lepra es una infección terrible, y no tenía tratamiento o cura en el tiempo de Jesús. La gente leprosa tenía que vivir apartada del pueblo (Levítico 13:42-46). ¡Imagina cuán feliz se sintió este leproso a quien Jesús sanó! ¡Finalmente regresó a su pueblo, hogar y familia!

En el mismo capítulo leemos que Jesús sanó a un siervo paralítico (versículos 5-13). “Paralítico” es una palabra larga que hace referencia a una persona que no puede moverse. Si fueras paralítico, no pudieras caminar, correr, jugar fútbol o nadar. ¡Imagina cuán feliz se sintió ese hombre al recibir sanidad.

En tal ocasión Jesús también sanó a una mujer con fiebre (versículos 14-15). ¡De seguro sabes que la fiebre no es divertida, y mucho menos en ese tiempo en que esta enfermedad era muy peligrosa! Jesús sanó a la mujer en ese mismo momento. Y esa misma noche Jesús sanó a mucha gente más (versículo 16). De hecho, durante Su ministerio, Jesús sanó “a cojos, ciegos, mudos, mancos, y otros muchos enfermos” (Mateo 15:30).

Sin duda, Jesús sanó a mucha gente debido a Su gran amor por ellos (Mateo 14:14). Pero una razón principal de esas sanidades fue demostrar que Él realmente era el Hijo de Dios (Mateo 8:17), y guiar a la gente a la fe en Él y la salvación de sus almas (Juan 20:30-31; Mateo 15:31).

Como puedes leer en el Nuevo Testamento, Jesús nunca falló, nunca sanó a medias, y Sus pacientes nunca regresaron debido a una recaída. (¡Muy diferente a las sanidades que muchos religiosos dicen hacer hoy!). Por medio de Sus sanidades, Jesús demostró que era y es Dios. Y ¡Jesús nunca usó medicina; solamente Su Palabra! Aunque hoy ya no existe sanidad milagrosa (1 Corintios 13:9-10), la Palabra de Dios todavía ofrece sanidad para el alma del hombre—la sanidad del pecado.

Sigue las recetas de Jesús en la Biblia; ¡Él es el Gran Médico!

Preguntas

  1. ¿Cuáles son algunas características buenas de los médicos que podemos aplicar a Jesús?
  2. Lista cinco enfermedades o condiciones físicas que Jesús sanó.
  3. ­¿Qué es más importante, la sanidad del cuerpo o del alma? ¿Por qué?
  4. ¿Por qué crees que Jesús nunca falló en curar a alguien?
  5. Ahora no hay sanidad milagrosa, ¿pero qué podemos hacer por los enfermos?
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