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Dos Hermanos que Tuvieron Actitudes Diferentes

Dos Hermanos que Tuvieron Actitudes Diferentes

Imagina a dos jóvenes, levantándose temprano en la mañana y emocionados por ofrecer su primera ofrenda a Dios. Estoy segura de que ambos jóvenes habían recibido la instrucción necesaria, sea directamente de Dios o de sus padres, en cuanto a la ofrenda agradable a Jehová (Hebreos 11:4).

Estos dos jóvenes eran hermanos; el mayor se llamaba Caín, y era un labrador de la tierra; el menor se llamaba Abel, y era pastor de ovejas. Ellos eran hijos de Adán y Eva, la primera pareja humana creada por Dios en el principio.

A pesar del conocimiento de ambos jóvenes en cuanto a las ofrendas para Dios (Génesis 4:7), Caín decidió adorar a Dios a su manera al presentar una ofrenda según su propia voluntad. Caín trajo una ofrenda del fruto de la tierra, mientras que Abel trajo una ofrenda de lo más robusto de su rebaño. La Biblia clarifica que el derramamiento de sangre (en este caso de un animal) era necesario como ofrenda para el perdón de pecados (Hebreos 9:22).

¿Crees que a Dios Le agradó ambas ofrendas? “Y miró Jehová con agrado a Abel y a su ofrenda; pero no miró con agrado a Caín y a la ofrenda suya” (Génesis 4:4-5). Debido a esto, Caín se enfureció y sintió celos contra su hermano hasta el punto de odiarle. Pero no solamente eso, ¡Caín también se airó con Dios en vez de reconocer su error!

Dios sabía lo que Caín sentía en su corazón; Él conoce nuestros corazones—lo que sentimos y lo que pensamos todo el tiempo (Lucas 16:15). Pero Dios amó a Caín y le dio la oportunidad de cambiar su mala actitud. Él le dijo: “¿Por qué te has ensañado, y por qué ha decaído tu semblante? Si bien hicieres, ¿no serás enaltecido?” (Génesis 4:6-7). También le advirtió que el pecado le esclavizaría si no se arrepentía.

En vez de escuchar a Dios, Caín se llenó de orgullo e ignoró Sus advertencias. El odio de Caín hacia su hermano creció cada vez más, y un día Caín decidió engañar a su hermano y matarle (vs. 8). Dios confrontó a Caín por su pecado, pero él no sintió remordimiento por lo que había hecho. Dios castigó a Caín con una vida de trabajo poco fructífero y vagancia en la tierra (vs. 12). Ciertamente, las acciones de Caín causaron mucho dolor a Dios.

¿Qué podemos aprender de esta historia?

A Dios Le importa nuestro corazón.

A Dios Le importó lo que había en el corazón de Caín. De la misma manera, Le importa lo que hay en el nuestro. Por ende, debemos ofrecer nuestras ofrendas a Dios de todo corazón.

Hoy nuestra ofrenda no es un animal muerto, sino nuestro ser completo. Pablo escribió en Romanos 12:1: “Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional”.

Esto significa que debemos dar lo mejor de nosotros a Dios—el tiempo adecuado que Él merece, el servicio diario y el buen testimonio ante los demás, la lectura de Su Palabra y la enseñanza, la oración continua al Padre celestial, la comunión constante con la iglesia del Señor, y el empleo de nuestros talentos para la extensión de Su reino.

Las malas acciones tienen consecuencias inevitables.

Dios no pasó por alto el pecado de Caín; este tuvo consecuencias serias. La tierra no le produciría fruto como antes, y viviría errante y con temor de que otro tomara su vida. Aunque Caín no entendió la seriedad de su pecado, entendió la seriedad de las consecuencias (Génesis 4:13).

Si permitimos que el odio entre en nuestros corazones, haremos cosas que nunca imaginamos hacer. El odio nos ciega completamente y siembra venganza en nuestro corazón. En esta vida podemos evitar algunas consecuencias de nuestras malas acciones, pero si no cambiamos y comenzamos a hacer la voluntad de Dios, cosecharemos consecuencias terribles para la eternidad (Mateo 25:46).

Dios nos permite libre albedrío.

Así como en el caso de Caín y Abel, Dios nos permite libre albedrío para escoger entre lo bueno y lo malo; y aunque Él quiere que escojamos lo bueno, nosotros somos responsables de hacer esta elección.

Dios quiere que, como buenos hijos, obedezcamos a nuestros padres; y si en algún momento hacemos algo incorrecto, quiere que pidamos perdón y cambiemos. Él no quiere que sintamos odio hacia los demás, sino que nos amemos mutuamente, y que amemos especialmente a nuestra familia. Esta es una elección que nosotros debemos hacer para agradar a Dios (Mateo 22:37-39).

Estos dos hermanos tuvieron actitudes diferentes: Caín buscó hacer su propia voluntad y llenar su corazón de odio; Abel buscó hacer la voluntad de Dios y llenar su corazón de amor. ¿Qué actitud escogerás?

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