Lo que He Aprendido de Jesús
Fui bautizada a los 10 años de edad. El domingo después de mi bautismo, quería encontrar un pasaje que me ayudara a recordar lo que Jesús experimentó por nosotros. Traté de leer versículos de Mateo, algunos de Gálatas, e incluso traté Isaías. Pero no logré ser consistente con estos pasajes. Leí Lucas 23 una vez, probablemente algo de dos años atrás, y lo he leído cada domingo desde entonces. Me gustan los versículos 39-43:
Y uno de los malhechores que estaban colgados le injuriaba, diciendo: Si tú eres el Cristo, sálvate a ti mismo y a nosotros. Respondiendo el otro, le reprendió, diciendo: ¿Ni aun temes tú a Dios, estando en la misma condenación? Nosotros, a la verdad, justamente padecemos, porque recibimos lo que merecieron nuestros hechos; mas éste ningún mal hizo. Y dijo a Jesús: Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino. Entonces Jesús le dijo: De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso.
Lo que he aprendido de Jesús es que Jesús nos promete el cielo si somos fieles a Él, Le confesamos y Le amamos.
Se define “ser fiel” como “tener o mostrar apoyo o lealtad verdadera y constante”. Si somos sinceros y constantes en nuestro apoyo a Cristo como el criminal en la cruz llegó a serlo, entonces se nos promete el paraíso. Jesús enseña a través de Su crucifixión, Su demostración suprema de fidelidad a nuestro Padre, que ser fieles es lo más importante que podemos ser. En Apocalipsis 2:10, Jesús dijo: “Sé fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida”. La fidelidad garantiza una corona de vida. He aprendido desde una edad muy temprana que la fidelidad a nuestro Señor significa más que cualquier cosa que puedo tener en la tierra.
Primera de Juan 4:15 dice: “Todo aquel que confiese que Jesús es el Hijo de Dios, Dios permanece en él, y él en Dios”. Debemos confesar que Jesús es nuestro Señor, así como el ladrón crucificado lo hizo. Este criminal iba a morir, y tuvo el valor de tomar el lado de un Hombre que mucha gente quería matar. Incluso Pedro, el apóstol muy conocido por su impulsividad y por decir lo que sentía, negó a Jesús. Pero este criminal confesó que Cristo era Quien decía ser. Mientras moría y el dolor le debilitaba cada vez más, recordó con Quién había sido crucificado, y supo que Jesús era el Mesías.
Amar a Jesús es lo último que he aprendido de Jesús. Su más grande acto de amor fue cuando estuvo en la cruz, y el ladrón lo sabía: “Nosotros, a la verdad, justamente padecemos, porque recibimos lo que merecieron nuestros hechos; mas éste ningún mal hizo” (Lucas 23:41). Jesús era inocente. Así que, ¿por qué estaría sufriendo y sangrando en agonía? La respuesta es el amor. Jesús nos ama tanto que estuvo dispuesto a ir a la cruz, ser colgado junto a criminales viles, y morir por nosotros. Jesús amó tanto a esos criminales como para morir junto a ellos incluso cuando no había hecho nada malo.
Lo que he aprendido de Jesús es que debo ser fiel a Él, confesarle y amarle, y entonces seré recompensada eternamente. Jesús fue fiel a nosotros cuando murió en la cruz; nos amó lo suficiente para hacerlo; y cuando lleguemos al cielo, nos confesará ante nuestro Dios y Padre. Él promete: “A cualquiera, pues, que me confiese delante de los hombres, yo también le confesaré delante de mi Padre que está en los cielos” (Mateo 10:32).
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